Abro
el buzón del correo electrónico una o dos veces a la semana y sucede
encontrarme con veinte o más emáils en
los que se me invita a disfrutar de la Viena
Monumental, se me amenaza si no hago tal cosa o dejo de hacer esta otra, se
me aconseja A la salud por el ajo y el
limón, se me recuerda que Cebollinos
del Monte existe, se me previene contra los peligros de las lámparas de
bajo consumo o de los timos con las tarjetas… Muy pocos son los que me hablan
con pronombre propio, yo, tú; él (¡qué alegría más alta: vivir en los pronombres!..., que decía Pedro
Salinas). Y de éstos, sólo alguno llega a interesarse por mí como amigo,
hermano, paciente, colega o enamorado. Parece cierto que lo que nada cuesta muy poco
vale.
Añoro
las cuartillas manuscritas (mucho dice la caligrafía del que escribe de puño y letra) con la crónica pequeña
de la vida, tu prima Celia ha tenido una
niña, un rayo cayó en el campanario
de Santa Ana y rompió la veleta, Ángel
se ha comprado un coche nuevo, te
esperamos para San Blas y los samblases…, enviadas, de vez en cuando, por
el correo ordinario en un sobre con un sello precioso. Crónicas de lo corriente
y de lo excepcional cuyo contenido nos afectaba aunque fuera con retraso (para
las urgencias siempre estaba el teléfono). Cartas que se conservaban durante
años, y generaciones, en una caja para que sirvieran como recordatorios y
porque, a pesar del tiempo transcurrido, de la lejanía o de la desaparición de
los remitentes, conservaban la calidez del pulso de la mano que las había
escrito.
Estos
expendedores de correos electrónicos prescindibles, deben de disponer de mucho
tiempo libre y necesitan rellenarlo con lo que sea, aventando la paja sin pizca
de grano en el cosmos surcado por millones de internautas ajetreados y
frenéticos. Una vez leídos ¿alguien los conserva como algo valioso no ya por el
contenido sino, y especialmente, porque fueron escritos por una persona
identificable por la forma? Eliminar: al
Vacío Absoluto. Por no hablar (o sea, escribir) de esa otra inundación, más sintética y compulsiva, que llaman WhatsApp, con imágenes instantáneas adheridas.
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