viernes, 26 de febrero de 2016

La conquista de la felicidad
Un libro para releer

He pasado por mi librería habitual, abarcable y acogedora, y deambulando por aquí y por allá, he encontrado, en las estanterías dedicadas a libros reeditados, este volumen breve cuya lectura en su día me interesó especialmente. Apareció en el siglo pasado (en 1930) y se ha lanzado después en numerosas ocasiones. Creo que su contenido mantiene buena parte en vigencia porque está lleno de sentido común.
Bertrand Russell fue un intelectual que trató una gran diversidad de temas en su condición de hombre de vastísima cultura y cuya sólida formación matemática y filosófica le resultó perfectamente compatible con la obtención del premio Nobel en Literatura.
A pesar del título, no es uno de esos libros que proliferan en la actualidad y que se colocan en los expositores más llamativos de algunas macrolibrerías bajo el reclamo de “autoayuda”, catálogos de tópicos, de resobados lugares comunes cuando no de consejos esotéricos y amalgamas trascendentales de aire oriental, “Ahora mismo, en algún lugar del mundo, hay alguien que estará feliz de tenerte” (Walter Riso), “Persigue tu sueño, cumple tu misión personal” (Paulo Coelho), “No pienses demasiado, abre tu corazón y corre el riesgo” (Jorge Bucay), “Sabio no es quien sabe muchas cosas, sino quien actúa sabiamente” (J.A. Marina),... de tanto gurú al uso que busca con esta charlatanería vacua la venta exitosa de sus manuales para toda ocasión. Nada que ver con el ensayo de Russell: en el Prefacio nos aclara que el libro está dirigido a aquellos que no teniendo motivos de preocupación económica o de salud, a pesar  de todo, no son felices.Este libro no va dirigido a los eruditos ni a los que consideran que un problema práctico no es más que un tema de conversación. No encontrarán en las páginas que siguen ni filosofías profundas ni erudición profunda. Tan solo me he propuesto reunir algunos comentarios inspirados, confío yo, por el sentido común”
La conquista de la felicidad está dividido en dos partes: la primera lleva el título de CAUSAS DE LA INFELICIDAD, en la que figuran apartados como “¿Qué hace infeliz a  la gente?”, “Aburrimiento y excitación”, “Fatiga”, “Envidia”, “Manía persecutoria”, “Miedo a la opinión pública"…; y la segunda, CAUSAS DE LA FELICIDAD, formada por capítulos, entre otros, tales como “¿Es posible todavía la felicidad?”, “Entusiasmo”, “La familia”, “Intereses no personales”, “Esfuerzo y resignación”…
Lo he releído con gusto y, en muchos pasajes, se podría creer que estaba escrito ayer mismo.
Va precedido, además, por un aclarador prólogo de Fernando Savater.
RUSSELL, Bertrand: La conquista de la felicidad
Ediciones DEBOLSILLO. Barcelona, 2015. 208 págs.

lunes, 22 de febrero de 2016

Hombres sin mujeres

Siete relatos de Akira Murakami sobre la soledad y la incomunicación.
Haruki Murakami (Kioto, 1949) es uno de los escritores japoneses más conocido de los lectores en español por novelas como Kafka en la orilla o Los años de peregrinación del chico sin color, y volúmenes de relatos (Sauce ciego, mujer dormida, Hombres sin mujeres entre, otros). También en el año 2015 figuraba como probable aspirante al premio Nobel de Literatura, pero, con bromas incluidas, tampoco le ha sido concedido.
En este volumen ha recogido siete relatos cortos en los que se ofrecen situaciones de soledad, abandono y aislamiento de hombres muy distintos que unas veces preceden y otras se suceden a la pérdida de una mujer.                                                                   
Se presentan relaciones en las que un hombre ha perdido a una mujer o entre ellos se ha producido un desencuentro que se percibe por parte de él como una enfermedad. En algunos se rememora el pasado y se expone 
la dificultad para mantener una comunicación duradera.
A pesar del título, las verdaderas protagonistas de las historias son mujeres de muy diversa condición, desde la joven estudiante a la asistenta inculta o la mujer manipuladora, despiadada y cruel. Ellas son las que deciden el cómo y el  momento de alejarse. En todos los casos son los hombres los que resultan abandonados y víctimas del desamor, marcados para siempre por aquella relación que se interrumpió de manera dolorosa.    
Los relatos, de una extensión entre las treinta y las cuarenta páginas, tratan, desde puntos de vista diversos, de relaciones entre hombres y mujeres que conducen unas veces al desencuentro y el abandono, que da lugar a la soledad y aislamiento que se produce, antes o después, cuando se recuerda a la mujer que desaparece y estos hombres quedan sumidos en la soledad. Y en los que aparecen de manera repartida los temas del triángulo amoroso, las personas recordadas, los miedos, el mundo de los sueños, las personas aisladas, la pérdida, la ausencia. Otros padecen amores no correspondidos o, como en el relato de una metamorfosis kafkiana, desconoce lo más  elemental sobre el afecto y el sexo.
En estos relatos aparecen referencias literarias (a las Metamorfosis en “Sansa enamorado”, a Las mil y una noches, a Hemingway en el título del libro, a Kafka), o musicales, los Beatles en “Drive my card” y  “Yesterday”, y el jazz.
Sirva como ejemplo el titulado Sherezade: Habara recluido, más bien escondido, en su domicilio, resulta atractivo para la mujer sin nombre que le cuida la casa, se encarga de las tareas domésticas y de las compras imprescindibles, y además se acuesta con él, a la que considera como la Sherezade de Las mil y una noches porque le cuenta historias que siempre quedan interrumpidas. 
MURAKAMI, Aruki: Hombres sin mujeres. Tusquests Editores. 2015. Traducción de Gabriel Álvarez Martínez. 227 págs..

viernes, 12 de febrero de 2016

Cuadernillo de Notas, 47



Creo que una razón, aunque no la única, que justificaría la utilización del disfraz sería que éste mejorase o superara lo que se esconde debajo de él. Todos, de una forma u otra, hemos recurrido y recurrimos, al disfraz o a la máscara. Si lo adoptamos de manera habitual llegará un momento en que ya no sepamos distinguir con claridad cuál es nuestra verdadera cara y cuál es la careta. En estas fechas de Carnestolendas o Carnaval, los festejantes echan mano de su imaginación, aguda en algunos casos y bastante roma en la  infinita caterva de fantoches que imitan a los populares, moharrachos, botargas, pandorgas, rompilonas y otros zarrapastrosos modelos que en muy poco difieren de esas mismas personas sin disfrazar. Alguien podría argüir, transformando el conocido refrán, enséñame de qué te disfrazas y te diré quién eres                                              
Sin caer en tópicas interpretaciones psicoanalíticas (todo eso del varón disfrazado de mujer, la casquivana de monja, el maduro/madura de niño/niña, el ateo de fraile, y viceversas, etc., etc.), muy pocos son los que siendo zoquetes, insensibles, antipáticos, atravesados, plastas e insoportables, por obra y milagro de un camuflaje se transforman de repente en algo totalmente distinto. Bordeando el ridículo, que no el ingenio, sale mi audaz vecina, más que cuarentona y mollar, ataviada como una lolita perversa, o ese compañero de trabajo, zafio y malaje a diario, travestido de falso “Beau Brummell” con levita, chistera y corbata de lazo floreado, exhibiendo modales refinados y un bigotillo recortado a los años 50. Todo el año es carnaval (Mariano José de Larra, dixit).

viernes, 5 de febrero de 2016

Cuadernillo de Notas, 45

 "Por San Blas la cigüeña verás…"
Nuestras  cigüeñas ya no regresan por estas fechas a sus nidos de antaño porque muchas de ellas no migran a sus lugares del sur de África. 
                                                                                                                                               
El ayuntamiento, iglesias, plataformas, árboles majestuosos, torres de la alta tensión y otros lugares elevados, les sirven como soportes durante todo el año a estas aves, ajenas al refranero, en todas las estaciones del año. En la Laguna del Campillo pego la hebra con un guarda del Parque. Dice “no emigran porque en los vertederos encuentran todo lo que necesitan para comer y rehacer los nidos, comida y casa gratis, y sin moverse de aquí; así cualquiera”.           
Lamento que estos modelos del nómada familiar y entrañable hayan malbaratado su instinto viajero y afán de nuevos paisajes por un plato de lentejas contaminadas y una chabola construida con desechos. A este paso ya ni se molestarán en ir a París para traernos a los recién nacidos. Y si no, al tiempo. Es posible sean las corresponsables indirectas de la baja tasa de natalidad y, como consecuencia, del envejecimiento progresivo de nuestra población.
Con la cámara de fotos las saludo una vez más con simpatía teñida de irremediable añoranza de sus idas y venidas de otros tiempos.