miércoles, 24 de mayo de 2017

Un, dos, tres…

Esta fotografía apareció en la página “Hermanos en el Colegio” de la revista Lyceum[1], que nos expendía el colegio San Antonio de Padua, dirigido por los PP. franciscanos. O.F.M. al que puntualmente acudíamos, es decir, con puntualidad. 
Aquí estamos los “Hermanos M. P.”.

Un, dos, tres… Bien acicalados, posando en orden decreciente en edad y estatura, los cuerpos algo girados y la mirada al frente, en un plano medio corto como exigía el formato de la inexcusable tópica sección revisteril. Repeinados con la bien delineada raya a la izquierda. Manolo y yo vamos de correcta chaqueta oscura, él con corbata (por algo era el mayor), yo no; y Roberto, como más pequeño, viste informal canadiense cerrada con cremallera.

Un, dos, tres… Manolo, gallardo y desafiante con el ¡jeeeh! en su mirada a punto de citar a un morucho en la cerca del “Chapao”, o así. Roberto, el más guapo, inicia un conato de sonrisa socarrona como si estuviera riéndose de nosotros mismos. Y yo, serio y algo ausente, a la expectativa, mirándonos desde fuera, como ya era habitual.

Un, dos, tres… El fondo de la imagen resulta de un color indeterminado, entre gris y azulado. No sé si es original o que el paso del tiempo ha alterado la cartulina ya deteriorada. Reconozco la mano del minucioso autor de los letreros en magenta, sobrescritos muchos años después, que, a modo de rayos fulmíneos, nos amenazan, al calígrafo en la sien y a mí en la oreja, por si hubiera lugar a duda de quién es quién en el juego.

Un, dos,  tres… con nuestras inexcusables orejas desplegadas como marca registrada de autenticidad de la factoría familiar.

 La foto no lleva fecha en el reverso pero sí la identificación del fotógrafo (Márquez. Foto. Cáceres). Por nuestra apariencia, vestimenta y expresión (desafío, expectación y sorna, respectivamente), creo que debió ser publicada en la revista alrededor de 1952/53. Manolo estaría en de 3º de Bachillerato, Roberto en la clase de 4º con el Padre Pedro, y yo, por entonces, entre otras variadas tareas, haciéndome a las armas en 1º de Bachillerato.

Un, dos, tres… al escondite inglés, sin mover ni las manos ni los pies.


[1] Nota del erudito que siempre está eruditando: Lyceum (< gr. Lykeion >cast. Liceo ‘escuela filosófica creada por Aristóteles en el siglo IV a. de C., también llamada escuela de los peripátéticos.
 
 

lunes, 8 de mayo de 2017

Cuadernillo de Notas, 107

Recibo wasap (o “guasapos”) a diario en cantidades que superan mi capacidad de asimilación. La inmensa mayoría proceden de individuos de variados sexos a los que apenas les presté alguna atención en ocasión ya lejana, y que incurrí en el error de proporcionales mi dirección lectrónica. Tales sujetos, organizados en grupos dirigidos por un líder o lideresa, aventan noticias, imágenes, opiniones y autoimágenes de sus apasionantes existencias; estos copiones cada mañana y cada noche despachan a todo semoviente saludos cursis de venida y despedida, imágenes empalagosas descolgadas de la red dando ánimos y consuelos no solicitados, eventos decisivos y otras trascendentales novedades y, casi siempre, ese material procede por arrastre de no sé qué escombrera de colorines pringosos y frases hechas.
Procuro no inmiscuirme, dios me libre, en semejantes intrusiones y las envío a la nada ipso facto, en muchas ocasiones sin llegar a abrirlas: me es suficiente conocer la ralea del o la remitente para deducir el contenido.
Sin caer en contradicción, acudo con regular frecuencia a este breve, rápido, cómodo y eficaz medio, útil para consultar o proporcionar datos, ofrecer alguna solución, fijar una cita, transmitir un deseo, preguntar y contestar, y otras urgencias nada urgentes, y no se me ocurre dar consejos a todo quisque, ni consolar a troche y moche a quienes no son personas de mi poximidad, ni mucho menos catequizar a voleo en nombre de doctrinas políticas, religiosas o gimnástico-deportivas.