viernes, 29 de abril de 2016

Cuadernillo de Notas, 61 

Diálogos ejemplares. El hombre está leyendo un extenso libro sentado en un banco del Parque.
Alguien se le acerca y entabla conversación. “Qué, leyendo una novelita, ¿no?”. “Sí. Estoy estudiando”, contesta. “¿Cómo? ¿A su edad estudiando?”, dice el incrédulo transeúnte. 
El hombre que está leyendo sentado en un banco del Parque cree de buena fe que todo lo que lee al paso puede ser de algún provecho. Por eso lee un extenso libro en el que aparecen anuncios, periódicos, folletos, letras de canciones, mensajes en las paredes de amor y de aviso y de amenaza, y otros libros … y escucha con atención pregones y bisbiseos, y lo que la gente dice al pasar, la gente que lo mira, la gente que lo saluda, la gente que comenta la primavera, la que le solicita una limosna, la que le ofrece una sonrisa, la que se aparta con precaución, la que se sienta al lado para reponer el aliento...
Es la vida que fluye: Nuestras vidas son los ríos
                               que van a dar en la mar,
                               que es el morir;
                               allá van los señoríos
                               derechos a se acabar
                               e consumir...
                                                     Jorge Manrique (S. XV).

martes, 26 de abril de 2016

Compañeros de viaje (algunos)

Día del Libro, 23 de abril. Y, además, en este año se conmemora el cuarto centenario de la muerte de Cervantes.
¡Fastos y regodeos por los cuatro puntos cardinales! Y de leer... ¿qué?.
Desde que era estudiante de bachillerato, y aún antes, se propuso tener su propia biblioteca particular. Cuarenta o cincuenta libros, muchos comprados con laboriosos ahorros; los de mejor porte, regalados en las habituales efemérides; y unos cuantos, en ediciones cuidadas, bien encuadernados y con estupendas ilustraciones, acarreados desde las estanterías de la casa de sus abuelos, allá en el pueblo.
Cuando regresaba a la casa familiar, tras ausencias más o menos prolongadas, una de sus  primeras atenciones se dirigía a sus libros: quitarles el polvo, ordenarlos y reordenarlos por autores, por títulos y géneros, por épocas… El cuerpo humano, con láminas desplegables coloreadas, Julio Verne, Salgari, El último Mohicano, el Quijote, Las maravillas del mundo animal, un diccionario ilustrado del año 1916, Lecciones de cosas, el manuscrito de viajes Europa de la editorial Dalmau Carles,  el Tom Sawyer, el Corazón, de Edmondo D'Amicis, los de Zane Grey,  
los de Sherlock Holmes… Algunos están anotados en el margen, a lápiz, con caligrafía casi infantil; muchos los había leído y releído hasta aprender de memoria párrafos  enteros.                                                
Ahora, el viajero utópico, vive en un piso no demasiado grande, rodeado de cientos, de miles de libros que ocupan todos los espacios imaginables.  De tiempo en tiempo se ve obligado a someterlos a un “clareo” para hacerles sitio a los que llegan. Regalar libros a chicos y grandes se ha convertido en un hábito placentero que practica con cualquier pretexto o sin excusa alguna. Aun así, sigue conservando aquellos que para él han mantenido desde siempre el carácter de favoritos.

jueves, 21 de abril de 2016

Confidencias

Mañana radiante. Luces y sombras enfrentadas. El atrio de un templo reverencial de la actualidad pagana. Parterres moteados de flores. Claras sombrillas en la terraza apacible. Y detrás, la elegante verticalidad de la palmera que se recorta contra el reverbero del fondo. Un sosegado remanso a la entrada del Templo de Tytha von Tytha.
El protagonismo de la instantánea no está en la muy sugerente escultura de Antonio López sino en la mujer que ha sido sorprendida musitando, o soplando, algo en la oreja del tótem: ¿le revela un secreto propio bien guardado? ¿solicita un consejo para sus dudas? ¿demanda la intercesión de la diosa para solucionarle alguna insospechada incógnita? Ha adoptado, ajena a lo que la rodea, una postura que suponemos incómoda: mientras oculta sus palabras con la mano derecha, la piernas flexionadas, con la izquierda protege, decidida, el universo que se guarda en la bolsa marsupial azulada (llaves mágicas, dineros, afectos, ilusiones, deberes, enseres sorprendentes olvidados y otros misterios a los que nadie tiene acceso… y el mágico móvil con la batería a punto de fenecer). Las sandalias de tiras que calza ponen una nota de elegante delicadeza en la austeridad de su atuendo y forzada colocación. 
El ídolo, imperturbable y enigmático, ¿duerme o medita? Quién lo sabe. A pesar de ello y de su descomunal cabeza pelona, la naricilla y el arco de la boquita nos mueven a la ternura hacia este bebé mofletudo y oscuro.
Nunca sabremos lo que ella le ha confiado o preguntado, ni si le ha contestado la cabeza imperturbable del oráculo.

martes, 19 de abril de 2016

Añoranza


Deja que dibuje un beso en tus labios
Deja que lo haga despacio
Que acorte la distancia
Aliente tu regreso
Y calme la impaciencia de mi agitado corazón.
Cuadernillo de Notas, 59

 Bien predica quien bien vive, dice Cervantes (El Quijote, II, 20). O lo que es lo mismo: predicar con el ejemplo del que vive una vida honrada, austera y encaminada al bien común es la mejor forma de convencer a los demás de nuestras intenciones. Propongo hacer una reflexión sobre la conducta de políticos, intelectuales, jerarcas de las iglesias, banqueros, periodistas influyentes e impostores en general y de todo pelaje. Los falsarios se exponen sin rubor en la picota de la falsía al mostrar la incoherencia entre lo que pregonan y las acciones que llevan a cabo.
Predican mal porque viven muy mal (aunque algunos consideren que el suyo es un vivir envidiable): vividores que mienten con desvergüenza, carecen de honradez, practican la rapiña y el despilfarro y desprecian e ignoran a sabiendas el bien común. Materia literaria de hoy y del tiempo pasado, desde los clásicos a los modernos, ya españoles o foráneos, desde la poesía a la novela pasando por el teatro, desde Fray Luis de León y Blas de Otero a Quevedo y Eduardo Mendoza, desde Aristófanes a Fernando Fernán Gómez, desde Raymond Chandler a Manuel Vázquez Montalbán. 

miércoles, 13 de abril de 2016

Cuadernillo de Notas, 56

Día 13 de abril, miércoles. Me entero por una emisión de radio de cobertura nacional de la muy trascendente noticia de que hoy es el “Día Internacional del Beso”. Una gilipollez más, sugerida por la intención de consolarnos de la deleznable actualidad real que nos abruma.
Me gustan los besos pero no los “días internacionales, o mundiales, o universales” de lo que sea.  Me gustan los besos, desde aquellos que conllevan alguna connotación más o menos religiosa o reverencial (el ósculo entre los cristianos y entre los musulmanes) hasta los amistosos, los entabacados de mi padre, los fraternales, los errados, los infantiles con olor a galletas, los de amor apasionado,  los equívocos, y también los robados, los de las despedidas, los picos y piquitos, y los soplados… casi poéticos. Y no me gustan los sociales (tan devaluados que no llegan a rozarte), ni los añejos (en el dorso de la mano de las mujeres y de los curas de mi infancia), ni los traidores (de judas), ni algún otro que no quiero recordar.
De la fría y lexicológica descripción de la RAE, que atribuye a la palabra origen celta hasta llegar, en su evolución, a la latina basĭum, como acción y efecto de besar: “tocar u oprimir con movimiento de labios, a impulso del amor o del deseo o en señal de amistad o reverencia”, no encuentro estimulación suficiente para seguir besando, a troche y moche, a estas alturas de mi vida.                                                                     
Mis besos preferidos al día de hoy, por encima de todos los demás, son los mágicos (el de la bella durmiente, de blancanieves, de la bella y la bestia, de Sreck…) por aquello de la transformación o metamorfosis en algo difícil o imposible.
 ¡Qué no daría yo por encontrar una simpática ranita que por medio de tan fácil maniobra me convirtiera en un apuesto príncipe!