martes, 26 de abril de 2016

Compañeros de viaje (algunos)

Día del Libro, 23 de abril. Y, además, en este año se conmemora el cuarto centenario de la muerte de Cervantes.
¡Fastos y regodeos por los cuatro puntos cardinales! Y de leer... ¿qué?.
Desde que era estudiante de bachillerato, y aún antes, se propuso tener su propia biblioteca particular. Cuarenta o cincuenta libros, muchos comprados con laboriosos ahorros; los de mejor porte, regalados en las habituales efemérides; y unos cuantos, en ediciones cuidadas, bien encuadernados y con estupendas ilustraciones, acarreados desde las estanterías de la casa de sus abuelos, allá en el pueblo.
Cuando regresaba a la casa familiar, tras ausencias más o menos prolongadas, una de sus  primeras atenciones se dirigía a sus libros: quitarles el polvo, ordenarlos y reordenarlos por autores, por títulos y géneros, por épocas… El cuerpo humano, con láminas desplegables coloreadas, Julio Verne, Salgari, El último Mohicano, el Quijote, Las maravillas del mundo animal, un diccionario ilustrado del año 1916, Lecciones de cosas, el manuscrito de viajes Europa de la editorial Dalmau Carles,  el Tom Sawyer, el Corazón, de Edmondo D'Amicis, los de Zane Grey,  
los de Sherlock Holmes… Algunos están anotados en el margen, a lápiz, con caligrafía casi infantil; muchos los había leído y releído hasta aprender de memoria párrafos  enteros.                                                
Ahora, el viajero utópico, vive en un piso no demasiado grande, rodeado de cientos, de miles de libros que ocupan todos los espacios imaginables.  De tiempo en tiempo se ve obligado a someterlos a un “clareo” para hacerles sitio a los que llegan. Regalar libros a chicos y grandes se ha convertido en un hábito placentero que practica con cualquier pretexto o sin excusa alguna. Aun así, sigue conservando aquellos que para él han mantenido desde siempre el carácter de favoritos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario