viernes, 30 de septiembre de 2016

La estilográfica

Sobre la mesa, Daniel escribe crónicas para su periódico y ensoñaciones para sí mismo desde este paraje remoto en el que siempre es de noche aun cuando sea de día. La estilográfica reposa o descansa encima de unas cuartillas a medio acabar, como interrumpida por un paréntesis en la tarea o en un desmayo de la inspiración. Es una pluma rotunda y maciza, del color de la antracita, pulida y brillante, con una estrella de marfil de puntas redondeadas en el remate del capuchón, en torno al que se enrosca una serpiente plateada de ojos de amatista, dos diminutas gotitas violeta. Un objeto que suscitaría el deseo de poseerlo y que empujaría al robo gratuito e indisculpable. El plumín de oro, cargado con negra tinta, va devanando sobre el papel la fina hebra del pasado, del presente, y quién sabe si del futuro, de este transterrado. Cada noche y cada día traslada con palabras elegidas, los paisajes y los nombres lejanos.
El observador trivial no verá en ella más que el artilugio mecánico que supuso, en tiempos pasados, cierto progreso en la escritura de puño y letra. En el presente es una capricho obsoleto, apropiada para la vitrina de un museo o el escaparate blindado de una tienda de regalos selectos. Con letra menuda y clara, perfectamente legible a pesar de las tachaduras y rectificaciones sobre correcciones,  inventa Daniel poemas nunca publicados, cuentos que aparecerán en revistas literarias de mínima difusión, novelas iniciadas en espera de ser concluidas, relatos de amor, de mar y de extenuación, desatinos surgidos de noches alcoholizadas, nostalgias risueñas, renuncias dolorosas…
Cuando remata y da por acabadas las páginas para el diario alimenticio, Daniel se pone al teclado del ordenador y con los dedos índice, medio y pulgar de ambas manos, va incorporando líneas a la pantalla iluminada con el ensimismamiento del que encaja rimeros de palabras sin apenas comprometerse con ellas: “Estocolmo, Viena y París han solicitada a la Unión Europea la puesta en marcha de un plan para crear un equipo de expertos que trabajen en la elaboración de un proyecto que consolide los acuerdo políticos y económicos…” 

viernes, 23 de septiembre de 2016

Cuadernillo de NOTAS, 83

Parece evidente que en estos tiempos dichosos tenemos la suerte de disfrutar de los caminos de la felicidad, que son inescrutables, como antiguamente se predicaba de los caminos de Dios (la Biblia, Epístola a los Romanos, 15, 3). El sofisticado universo de las modas, de las marcas, de las exigencias más estrafalarias… ha invadido las maneras y formas de satisfacer las ansias de destacar, de ser los primeros en cualquier competición por difícil o grotesca que parezca a los que viven al margen de tan insólitos alborozos. Es una lástima que yo me vea imposibilitado, por edad, saber y gobierno, para gozar de los antedichos placeres. Resignado, doy salida a mi sentir en esta Nota del Cuadernillo.  
En el noticiario de una cadena de televisión daban como acontecimiento digno de interesar al teleadicto, la jolgorienta presencia de un muy nutrido grupo de personas adultas de variados sexos, edades y cataduras, que se saludaban entrechocando las palmas de las manos al tiempo que se abrazaban, daban saltitos, emitían grititos y otras manifestaciones de exaltado júbilo, a las puertas, abiertas de par en par, de una tienda de coloreados escaparates. La razón de tales manifestaciones radicaba en que esta cuadrilla de bienaventurados había alcanzado la dicha de ser de los primeros en adquirir, tras larga espera, un teléfono móvil de última generación por un precio que superaba los 800 €.
Me siento excluido y lo lamento porque mucho me apetecería experimentar estas sencillas alegrías, en lugar de preocuparme por el repelente espectáculo que ofrecen los prohombres de la patria (lo de prohombres está utilizado con aviesa intención) cuya actividad más provechosa, en favor de la sociedad pagana, reside en percibir unos envidiables emolumentos durante meses y meses y más meses, ¿por qué?… Me los imagino saludándose, con seriedad solemne, muy alejada del rebullicio de los forofos del teléfono de los 800 €.