viernes, 23 de septiembre de 2016

Cuadernillo de NOTAS, 83

Parece evidente que en estos tiempos dichosos tenemos la suerte de disfrutar de los caminos de la felicidad, que son inescrutables, como antiguamente se predicaba de los caminos de Dios (la Biblia, Epístola a los Romanos, 15, 3). El sofisticado universo de las modas, de las marcas, de las exigencias más estrafalarias… ha invadido las maneras y formas de satisfacer las ansias de destacar, de ser los primeros en cualquier competición por difícil o grotesca que parezca a los que viven al margen de tan insólitos alborozos. Es una lástima que yo me vea imposibilitado, por edad, saber y gobierno, para gozar de los antedichos placeres. Resignado, doy salida a mi sentir en esta Nota del Cuadernillo.  
En el noticiario de una cadena de televisión daban como acontecimiento digno de interesar al teleadicto, la jolgorienta presencia de un muy nutrido grupo de personas adultas de variados sexos, edades y cataduras, que se saludaban entrechocando las palmas de las manos al tiempo que se abrazaban, daban saltitos, emitían grititos y otras manifestaciones de exaltado júbilo, a las puertas, abiertas de par en par, de una tienda de coloreados escaparates. La razón de tales manifestaciones radicaba en que esta cuadrilla de bienaventurados había alcanzado la dicha de ser de los primeros en adquirir, tras larga espera, un teléfono móvil de última generación por un precio que superaba los 800 €.
Me siento excluido y lo lamento porque mucho me apetecería experimentar estas sencillas alegrías, en lugar de preocuparme por el repelente espectáculo que ofrecen los prohombres de la patria (lo de prohombres está utilizado con aviesa intención) cuya actividad más provechosa, en favor de la sociedad pagana, reside en percibir unos envidiables emolumentos durante meses y meses y más meses, ¿por qué?… Me los imagino saludándose, con seriedad solemne, muy alejada del rebullicio de los forofos del teléfono de los 800 €.

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