El día 1 de abril falleció el novelista, ensayista y hombre
de letras Rafael Sánchez Ferlosio a los 91 años de edad, según se hacían eco
los periódicos, emisoras de radio y televisión y otras publicaciones de arte y
cultura.
Nota que me afecta personalmente. En el capitulo V de la Tercera Parte, titulado “Del alegre pueblo de Moraleja y de cómo se conocieron la abuela y Alfanhuí”, Ferlosio presenta con minuciosidad el paisaje y el paisanaje, campestre y humano, que yo tan bien conocía por haber nacido y pasado veranos vacacionales desde mi infancia, en la casa de mis abuelos, allá en las décadas de los años 50 y algo de los 60 del siglo pasado. Amén.
A los lectores y estudiosos de la de la narrativa de la
postguerra civil española, la obra de Ferlosio siempre la hemos considerado
unida a “El Jarama”, novela aparecida en el año 1955, significativa en la
renovación que podía considerarse como el realismo social de la generación de
los 50. La leí cuando yo era un estudiante de bachillerato y universitario y desde
entonces me interesé por su obra de tan variados contenidos: novelas, ensayos de
lingüística y otros asuntos. Su extensa y constante dedicación le ha valido ser
considerado como uno de los más importantes escritores de su generación y
premiado con “el Cervantes” en el año 2004 y el Nacional de las Letras
Españolas del 2009.
Si tenemos en cuenta su opinión, sorprende que apreciara como su mejor novela el “Alfanjuí”. La leí en una modesta edición de bolsillo de Salvat-Alianza aparecida en el año 1970 y he vuelto a releerla en estos días y me ha confirmado el juicio del propio autor como su mejor creación novelística, por encima de la premiada “El Jarama”.
“Industrias y andanzas de Alfanhuí” relata las peripecias fantásticas e
imaginativas del protagonista y de otros personajes que comienzan en Alcalá de
Henares, primero como niño y avanzando hacia la adultez cuando emprende un largo viaje para
encontrarse con su abuela que vive en Moraleja. Su andadura a veces se mueve en
un mundo real, otras mágico o incluso literario en el que irá tratando con gentes
variadas: el maestro que diseca animales, el gallo de la veleta de hierro, la
marioneta don Zana, la tienda del herborista Diego Marcos, el gigante del
bosque y otros igualmente fantásticos, y también de la vida
real y cotidiana. En esta novela, o cuento expandido, con elementos de la picaresca, del
mundo rural y provinciano, los objetos cobran vida, hablan, razonan y
enseñan al joven hombre que el final arribará a “una tierra que estaba lejos de
todas partes”. Si tenemos en cuenta su opinión, sorprende que apreciara como su mejor novela el “Alfanjuí”. La leí en una modesta edición de bolsillo de Salvat-Alianza aparecida en el año 1970 y he vuelto a releerla en estos días y me ha confirmado el juicio del propio autor como su mejor creación novelística, por encima de la premiada “El Jarama”.
Nota que me afecta personalmente. En el capitulo V de la Tercera Parte, titulado “Del alegre pueblo de Moraleja y de cómo se conocieron la abuela y Alfanhuí”, Ferlosio presenta con minuciosidad el paisaje y el paisanaje, campestre y humano, que yo tan bien conocía por haber nacido y pasado veranos vacacionales desde mi infancia, en la casa de mis abuelos, allá en las décadas de los años 50 y algo de los 60 del siglo pasado. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario