Hoy, día de San
Martín (de
Tours), caballero en la guardia imperial romana y más tarde obispo y santo
patrono de numerosos lugares de la cristiandad.
Hay
opiniones distintas sobre cuáles sean algunos de los símbolo más populares en
nuestro país. Muchos se inclinan por el toro con su carga ancestral y oscura,
lúdica, sexual, patriótico-deportiva, religiosa, polémica, artística y hasta
publicitaria (los de Osborne, en las autovías). Otros están convencidos de que
el tótem ibérico más apreciado es el cerdo, que ha trascendido los límites de
la Península (Portugal también existe) para ser reconocido en el ancho mundo
como delicia gastronómica, aunque muy pocos se atreverían a llevarlo impreso en
una camiseta o sobre la bandera nacional. Desde antaño, con los fríos del otoño, el pueblo de mi infancia se cargaba del olor acre del humo de las fogatas que en patios y corrales se levantaban para chamuscar la hirsuta pelambre del sacrificado, calentar calderos de agua con que lavar tripas y mondongos, y asar alguna prueba. Los animales, que hasta aquel entonces, habían convivido con la familia a lo largo de todo el año, compartiendo los avatares de la vida y los ajetreos de su cuidado y ceba, eran hoy motivo de regocijo familiar, de cooperación desinteresada de los vecinos y de diversión general y asegurada para los niños (y los gatos).
Por estos días, al ídolo, venerado en las recias esculturas graníticas de los verracos esparcidas por la Celtiberia de vacceos y vetones, le llegaba su hora y sufría en su sangre, carne, vísceras y demás despieces, una transfiguración sublime en morcillas y chorizos, morcones y lomos, longanizas y botillos, y en S.M. el jamón ibérico de bellota…, que, más adelante, se incorporarían a nuestros cuerpos y almas en venerada comunión alimenticia.
Esta evocación queda sellada y fechada en un dicho de significación varia y ambigua: “A cada cerdo le llega su San Martín”, sentencia que también avisa a los que obran mal de que, más pronto o más tarde, recibirán su merecido. Que así sea, si así os parece.
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