He vuelto a mi casa tras una forzada y
larga ausencia. Todo me resulta extrañamente lejano, desde lo trivial a lo más grave.
El paisaje urbano que se ve desde la ventana del cuarto de trabajo, o desde la
terraza, tantas veces fotografiado (mañanas, tardes, noches) hoy me resulta
insustancial (¡esas variables y envidiadas “nubes viajeras”!).
Blog de José Mora. Espacio para contacto y comunicación entre interesados en asuntos varios
martes, 21 de junio de 2016
Cuadernillo de Notas, 72
Los libros, desde los
estantes, con sus lomos diferentes, no me permiten identificarlos a la primera ni atraen
mi curiosidad con el apego que yo hubiera supuesto. Vengo a esta casa, que noto deshabitada, como un intruso, con el despego de un forastero. Y la relatividad
de lo trascendente hace que lo vivido en ella se haya ido esfumando durante el
prolongado vacío. Todo parece limitarse cuando se llega a la conclusión de
que lo único que verdaderamente importa es la calidez y la atención diaria que
hacen que la supervivencia resulte más llevadera y efectiva. Para conseguirlo me he de
servir, como cualquier hijo de vecino, de las personas que me rodean, amigos,
colegas de oficio y afición, conocidos de paso y, principalmente, de aquellos por
los que siento verdadero amor. De todos me considero deudor desde este
momento.
lunes, 6 de junio de 2016
Cuadernillo
de Notas, 69
Lo esencial desplaza a lo menos importante. En un día aciago cualquiera puede sentirse súbitamente afectado por una advertencia hasta el punto de que, a pesar de todos los esfuerzos por ver la otra cara de la realidad, prima una lacerante preocupación por la persona querida. Y la ternura lo inunda todo. Lo cotidiano, esa actualidad de cada día, difícilmente puede compaginarse con el sobrecogimiento que acarrea la amenaza. Pensar con claridad y expresar lo pensado con palabras certeras que lleven la esperanza alentadora, exige equilibrio. Compendiar el amor por la persona amada, de la que se ha recibido, a veces sin merecerlo, el afecto y la compañía diaria, es fácil de sentir. Y la aflicción y la impotencia se sienten más cuando no se asumen. No hay que dejarse ganar por la resignación. Hay que sobreponerse. Y seguir adelante. Ita est, así sea.
Lo esencial desplaza a lo menos importante. En un día aciago cualquiera puede sentirse súbitamente afectado por una advertencia hasta el punto de que, a pesar de todos los esfuerzos por ver la otra cara de la realidad, prima una lacerante preocupación por la persona querida. Y la ternura lo inunda todo. Lo cotidiano, esa actualidad de cada día, difícilmente puede compaginarse con el sobrecogimiento que acarrea la amenaza. Pensar con claridad y expresar lo pensado con palabras certeras que lleven la esperanza alentadora, exige equilibrio. Compendiar el amor por la persona amada, de la que se ha recibido, a veces sin merecerlo, el afecto y la compañía diaria, es fácil de sentir. Y la aflicción y la impotencia se sienten más cuando no se asumen. No hay que dejarse ganar por la resignación. Hay que sobreponerse. Y seguir adelante. Ita est, así sea.
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