El extremeño no se cae; se pega una “costalá” o un “guarrazo”.
El
extremeño no dice ¡Hola!; dice ¡Éééee!
El
extremeño no se desviste; se empelota o se queda “en pelete”.
El
extremeño no dice que tiene miedo; dice que está “zurrao”.
El
extremeño no dice “¡Oye, tú!”; dice “¡Chachóóó!”
El
extremeño no se excita eróticamente; se pone berraco o burro.
El
extremeño no trata de convencerte; se pone “cansino”.
El
extremeño no dice ¡Mira!; dice “¡Cúcha!”
El
extremeño nunca dice NO; dice “Sí, por los cohones”
El
extremeño no se gacha; dice se "amaga" o "se agalva"
El
extremeño no te llama la atención; te dice: “Chacho, ¿ande vah?”
El
extremeño no tiene una amante/novia; tiene una moza o un “chaleco”.
El
extremeño no pide que lo lleven; pide que lo acerquen.
El
extremeño no se impresiona; dice: “¡La virgen…!”
El
extremeño no tiene lumbalgia; está “(d)esrriñoao”.
El
extremeño no hace recados; hace “mandaos”
El
extremeño no es un gandul; es “mu péeerro”.
El
extremeño no pierde el tiempo; está vagueando.
El
extremeño no te dice que no te cree o que estás equivocado; te dice “Te paece
quééé…” o “¡Amoh anda…!” o “¡Venga yaaa…!”
El
extremeño no te dice que estás escuchimizado; te dice que estás “runato” o
“añodrío”
El
extremeño no se enfada mucho; se “encojona”.
El
extremeño no está gordo; está lustroso, o cebao, o "canchalón", o "cipotón", o "como
un cebollo".
El
extremeño no se duerme; se queda “trahpuehto”.
El
extremeño no se va; sale “harreando” o “se lah pira”.
El
extremeño no dice que una persona es de color (negro); dice que “eh máh negro
que loh cohoneh de un burro mohíno”.
El
extremeño no lleva los pantalones caídos; los lleva “ajorraos”
El
extremeño no va descamisado por fuera del pantalón; va “desatacao”
El
extremeño no pregunta “¿y eso?”, sino que dice: “¿poh y luego?
El
extremeño no lleva la ropa desordenada; va hecho “un farragua”.
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Estas bromas van dirigidas a todas las personas que están satisfechas de ser extremeñas
y te invitarán a compartir unas migas, y el secreto, y el buche, y un buen
frite, y los papones, y las tencas fritas, y el gazpacho de poleo, y el
zarangollo, y la sopa de cachuela, y los repápalos, y el revuelto de criadillas
de tierra con espárragos, y el escarapuche de conejo, y la macarraca, y los
socochones, y la ensalá de limones, y la chanfaina, y la técula-mécula, y las
migas canas, y muchos otros “avíos” de comer…
Y
que, con las cañas o los chatos de una pitarra de Cañamero o de Montánchez, o de Valdefuentes o de Guadalupe o del “chinato”
de Malpartida, te los acompañarán con una tapa de “prueba”, o de “chochos”, o
de patatera, o de aceitunas “rajás” o “machacás”, o de ancas de ranas
“entomatás”, o de “ná de ná…” Y que habrán “apañado” aceitunas a destajo 5 meses al año, sin tiempo para echar un “cigarrote”, escardarán cebollinos toda tu vida y terminarán trasplantadas a una ciudad populosa y des-almada (póngase aquí la que se quiera), lejos de su tierra.
¡¡P’a que te enteres, so calambuco (o calambuca)!!
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