Apoyado y reforzado por mi Hada del Otoño me he decidido a escuchar la llamada del norte y he dejado mi cobijo en
el que me siento amparado en mi actual situación. Pasar unos días en Bilbao y
San Sebastián es tener asegurada la acogida de sus gentes con los consabidos tópicos
en cuanto a la gastronomía variada, el paisaje y otros tantos detalles que es
innecesario enumerar por ser conocidos de cuantos por allí hayan pasado. He disfrutado
de la lluvia, del escaso sol, de la niebla y la neblina, de los pinchos de su
excelente cocina y de todo lo que imaginar se me pueda permitir. En Bilbao ha
sido indispensable acudir al Museo Guggenheim, admirado y discutido por sus
audacias arquitectónicas y por sus exposiciones temporales, en estos días
la dedicada al pintor Francis Bacon.
En San Sebastián nos camuflamos bajo la apariencia de turistas de manual.Hemos acudido a la Playa de la Concha, al puerto, recorrido el paseo de Ondarreta, nos hemos despeinado con el Peine del Viento y el Hada se ha paseado por las arenas de la orilla de la bahía en tanto yo la admiraba desde el malecón. Y nos hemos reparado, cómo no, en las tabernas de pinchos.
No hay fármaco más eficaz contra la nostalgia que empaparse del olor, el paisaje y la sonoridad de este mar acompañado por una deidad fantástica.